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HECHOS 21. TODO POR LA CAUSA DE CRISTO

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TODO POR LA CAUSA DE CRISTO HECHOS 21:10 Varios días después, llegó de Judea un hombre llamado Ágabo, quien también tenía el don de profecía. 11 Se acercó, tomó el cinturón de Pablo y se ató los pies y las manos. Luego dijo: El Espíritu Santo declara: “De esta forma será atado el dueño de este cinturón por los líderes judíos en Jerusalén y entregado a los gentiles”. 12 Cuando lo oímos, tanto nosotros como los creyentes del lugar le suplicamos a Pablo que no fuera a Jerusalén. 13 Pero él dijo: ¿Por qué todo este llanto? ¡Me parten el corazón! Yo estoy dispuesto no sólo a ser encarcelado en Jerusalén, sino incluso a morir por el Señor Jesús. NTV. Toda persona que es perseguida, trata por todos los medios resguardar su vida, alejarse lo más lejos posible de su persecutores. Pero en contraste a la mayoría de los hombres, los siervos de Dios que dedicaron su vida a compartir el evangelio de Cristo, no tenían miedo de ser arrestados, encarcelados o asesinados por cumplir la comisión delegada por su Señor y Salvador. Por eso, estos valerosos hombres, pese a saber que sus vidas corrían peligro, no se escondieron, ni tampoco dejaron de compartir el evangelio en las ciudades en las que eran buscados para ser ejecutados. Ellos sin ninguna clase de miedo, visitaban esas ciudades con el evangelio, pues tenían la certeza de que Dios los cuidaría, y cualquier cosa que les llegase a pasar en esas ciudades, sería porque esa era la voluntad de Dios para sus vidas. Pablo al compartir el evangelio de la salvación, sin las exigencias de cumplir las leyes judías, se había ganado enemigos en la ciudad de Jerusalén, ya que los judíos de esa ciudad, estaban bien aferrados a las leyes entregadas por Moisés a sus padres. Para ellos, las nuevas enseñanzas de Pablo, iban en contra de las leyes de su pueblo y de Dios mismo, por eso todos los que practicaban la religión judía, lo odiaban y querían eliminarlo. Pablo tras terminar su misión evangelística en las diferentes ciudades de Europa, Asia y África, vio la necesidad de viajar a Jerusalén a dar su informe misionero a los demás apóstoles que se encontraban radicados en esa ciudad, para que de esta manera, ellos estén al tanto de todo lo que Dios había hecho en las ciudades que había compartido el evangelio de la salvación y la vida eterna. Antes de que Pablo saliera de Cesarea rumbo a Jerusalén, descendió de Judea un profeta llamado Agabo. Era el mismo profeta que había venido de Antioquía de Jerusalén y que había predicho el hambre que tuvo lugar durante el reinado de Claudio. Agabo bajo la dirección del Espíritu Santo, había ido hacia Pablo para advertirle de lo que le esperaba en Jerusalén. Por eso al estar junto al apóstol, tomó el cinturón de Pablo, y se ató los pies y las manos con el mismo. Con esta dramática acción, Agabo le dijo a Pablo: así como me até los pies y las manos con tu cinturón, así te ataran los judíos cuando llegues a Jerusalén y serás entregado a las autoridades del imperio romano. Al escuchar esta profecía, los compañeros del apóstol y los cristianos en Cesarea, le rogaron a Pablo que no se pusiera en marcha hacia esa situación tan peligrosa. La petición de sus compañeros y sus hermanos de Cesarea, causaron un gran revuelo en el corazón del apóstol, pero no hizo que cambiara de parecer, ya que la decisión que había tomado, lo había hecho bajo la dirección de Dios. Pablo no solo estaba dispuesto a ser atado los pies y las manos, a ser encarcelado en Jerusalén, sino que incluso estaba dispuesto a morir por su Señor y Salvador, ya que tenía la seguridad de que al entregar su vida por el evangelio, le serviría más al Señor que escondiéndose de los que se oponían a la proclamación de las Buenas Nuevas de salvación a los gentiles. Queridos hermanos. Pablo al tomar la decisión de ir a Jerusalén, sabía perfectamente que lo encarcelarían, pues muchos judíos de Jerusalén estaban en contra de que se predicara el evangelio sin las exigencias de cumplir las leyes del judaísmo.
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