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1 CORINTIOS 9. COMPARTIR EL EVANGELIO

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COMPARTIR EL EVANGELIO
1 CORINTIOS 9:16 Sin embargo, predicar la Buena Noticia no es algo de lo que pueda jactarme. Estoy obligado por Dios a hacerlo. ¡Qué terrible sería para mí si no predicara la Buena Noticia! 17 Si lo hiciera por mi propia iniciativa, merecería que me paguen. Pero no tengo opción, porque Dios me ha encomendado este deber sagrado. 18 ¿Cuál es, entonces, mi paga? Es la oportunidad de predicar la Buena Noticia sin cobrarle a nadie. Por esa razón, nunca reclamo mis derechos cuando predico la Buena Noticia. NTV.
La predicación de las Buenas Nuevas de salvación y vida eterna, se ha vuelto muy rentable para algunos sacerdotes, pastores y maestros de las iglesias cristianas. Pues estos hombres cobran por compartir el evangelio de la cruz con el pretexto de que cada obrero es digno de su salario. Algunos llegan a cobrar cantidades exorbitantes por una hora de predica en las iglesias, campañas evangelísticas, encuentros, conciertos y programas de avivamiento espiritual. Cuando tienen que trasladarse de una ciudad a otra para exponer el evangelio, presentan grandes exigencias como: boletos de primera clase, habitaciones lujosas, comidas gourmet, guarda espaldas, etc. Si no son cumplidas algunas de estas exigencias, algunos desisten en ir y presentarse, privando así del evangelio a muchas personas que posiblemente no tengan otra oportunidad de escuchar la palabra de Dios.

El apóstol Pablo, siendo uno de los mejores expositores de las buenas nuevas de salvación de su tiempo, no cobraba por compartir el evangelio, ya que sabía que la tarea que realizaba no era por su propia iniciativa, sino un mandato que el Señor le había dado en el momento de su encuentro personal con Él. Por eso ni siquiera se gloriaba por compartir el evangelio a las personas que caminaban a su propia destrucción a causa de sus delitos y pecados. El apóstol, tenía un impulso divino de predicar el mensaje de la salvación, y se sentía constreñido a hacerlo. Además, sabía que si no lo hacía, sería el más desgraciado de los hombres por no obedecer a la comisión divina dado por su Señor y Salvador. Esto no significaba que el apóstol no estaba dispuesto a predicar el evangelio, sino que la decisión de predicar no venía de él mismo, sino del Señor.
Pablo pese a su ardua labor como evangelista, pastor y maestro, no exigió su derecho de manutención, porque el ministerio que llevaba adelante no era una ocupación que él hubiese escogido. Había sido puesto en él por la voluntad del único Dios verdadero para que sea su testigo delante de los hombres inconversos. El apóstol no exigía ninguna retribución económica por compartir el evangelio, ya que consideraba que la predicación de las Buenas Nuevas de salvación y vida eterna, era un enorme privilegio que el Señor le daba. Con esta oportunidad que se le daba, se sentía por bien pagado. Sin duda, la predicación del evangelio es un enorme privilegio que el Señor da a sus escogidos, por eso ningún verdadero siervo de Dios debe esperar que se le pague por cumplir esta tarea encomendada por el Señor.
Si el apóstol Pablo nunca cobró por compartir el evangelio, ni exigió un salario por su trabajo ministerial: ¿Porque muchos sacerdotes, pastores y maestros en la actualidad, exigen que se les pague por compartir el evangelio de Cristo? .Esto se debe a que la mayoría de ellos no son verdadero siervos de Dios, sino unos simples asalariados, o falsos siervos de Dios, que hacen del ministerio una fuente de su ingreso económico, y hacerse millonarios a costa de la fe en el Hijo de Dios de algunos adeptos. Por supuesto, no está mal que un verdadero siervo de Dios sea sustentado por su iglesia, siempre y cuando la iglesia cuente con ingresos económicos suficientes, pero si no existiera, el verdadero siervo de Dios no privaría a la congregación de escuchar la palabra de Dios, sino que compartiría el evangelio, sabiendo que es un enorme privilegio el hacerlo.

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La predicación de las Buenas Nuevas de salvación y vida eterna, se ha vuelto muy rentable para algunos sacerdotes, pastores y maestros de las iglesias cristianas. Pues estos hombres cobran por compartir el evangelio de la cruz con el pretexto de que cada obrero es digno de su salario. Algunos llegan a cobrar cantidades exorbitantes por una hora de predica en las iglesias, campañas evangelísticas, encuentros, conciertos y programas de avivamiento espiritual. Cuando tienen que trasladarse de una ciudad a otra para exponer el evangelio, presentan grandes exigencias como: boletos de primera clase, habitaciones lujosas, comidas gourmet, guarda espaldas, etc. Si no son cumplidas algunas de estas exigencias, algunos desisten en ir y presentarse, privando así del evangelio a muchas personas que posiblemente no tengan otra oportunidad de escuchar la palabra de Dios.

El apóstol Pablo, siendo uno de los mejores expositores de las buenas nuevas de salvación de su tiempo, no cobraba por compartir el evangelio, ya que sabía que la tarea que realizaba no era por su propia iniciativa, sino un mandato que el Señor le había dado en el momento de su encuentro personal con Él. Por eso ni siquiera se gloriaba por compartir el evangelio a las personas que caminaban a su propia destrucción a causa de sus delitos y pecados. El apóstol, tenía un impulso divino de predicar el mensaje de la salvación, y se sentía constreñido a hacerlo. Además, sabía que si no lo hacía, sería el más desgraciado de los hombres por no obedecer a la comisión divina dado por su Señor y Salvador. Esto no significaba que el apóstol no estaba dispuesto a predicar el evangelio, sino que la decisión de predicar no venía de él mismo, sino del Señor.
Pablo pese a su ardua labor como evangelista, pastor y maestro, no exigió su derecho de manutención, porque el ministerio que llevaba adelante no era una ocupación que él hubiese escogido. Había sido puesto en él por la voluntad del único Dios verdadero para que sea su testigo delante de los hombres inconversos. El apóstol no exigía ninguna retribución económica por compartir el evangelio, ya que consideraba que la predicación de las Buenas Nuevas de salvación y vida eterna, era un enorme privilegio que el Señor le daba. Con esta oportunidad que se le daba, se sentía por bien pagado. Sin duda, la predicación del evangelio es un enorme privilegio que el Señor da a sus escogidos, por eso ningún verdadero siervo de Dios debe esperar que se le pague por cumplir esta tarea encomendada por el Señor.
Si el apóstol Pablo nunca cobró por compartir el evangelio, ni exigió un salario por su trabajo ministerial: ¿Porque muchos sacerdotes, pastores y maestros en la actualidad, exigen que se les pague por compartir el evangelio de Cristo? .Esto se debe a que la mayoría de ellos no son verdadero siervos de Dios, sino unos simples asalariados, o falsos siervos de Dios, que hacen del ministerio una fuente de su ingreso económico, y hacerse millonarios a costa de la fe en el Hijo de Dios de algunos adeptos. Por supuesto, no está mal que un verdadero siervo de Dios sea sustentado por su iglesia, siempre y cuando la iglesia cuente con ingresos económicos suficientes, pero si no existiera, el verdadero siervo de Dios no privaría a la congregación de escuchar la palabra de Dios, sino que compartiría el evangelio, sabiendo que es un enorme privilegio el hacerlo.

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