Epifanía
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Epifanía
Los tres Reyes Magos vieron la estrella y la siguieron. Esa es la historia de sus vidas, de su encuentro con Dios, de su lugar en la historia. Es asombroso, como siguiendo a una estrella, se encontraron con un bebé y descubrieron al Mesías. Desde un punto de vista humano es cosa de locos. ¿Por qué una estrella pasajera provocó esa reacción en los Magos? ¿Cómo se sigue a una estrella? ¿Dónde o cuando se parará? Estas son preguntas que nos afectan. También nosotros hemos descubierto una estrella, la estamos siguiendo, y esperemos que un día nos lleve a Jesús. Es de locos, pero es la aventura de nuestra vida.
¿Cómo se descubre la estrella? Buena pregunta. No es fácil. Los Magos de Oriente se dedicaban a la astronomía, al estudio los planetas y las estrellas, para encontrar razones de su existencia. El hombre siempre ha mirado hacia el espacio, para tratar de entender de dónde venimos y hacia donde vamos. Nosotros también tenemos que dedicar tiempo para discernir los signos, las chispas, las huellas que Dios ha dejado en nuestro camino para descubrir su voluntad. La hallamos a través de la oración, la contemplación, el silencio y la reflexión.
No es suficiente descubrir la estrella; hay que seguirla. Mucha gente la ve, pero no la sigue. Otros comienzan a andar, pero se desaniman; paran y se vuelven atrás. No es fácil perseverar en un viaje hacia lo desconocido. No sabemos cuánto va a durar, a donde va a acabar, si es el camino verdadero, o si nos hemos equivocado de dirección. Quizá nos hayamos pasado un cruce. A veces caminamos por el desierto, por un terreno pedregoso, gargantas profundas, junglas impenetrables. Otras veces hay ladrones esperándonos, para atacarnos cuando estemos distraídos; bestias salvajes al acecho para devorarnos, ríos desbordados, precipicios sin vuelta atrás. Quizás nos encontremos con incendios, tormentas de arena, plagas de langostas o rayos destructores. De vez en cuando la estrella se oculta detrás de las nubes y pensamos que no existe o que ha desaparecido.
Como dice el Papa Francisco, “Jesús se deja encontrar por los que le buscan.” Sabemos que no estamos solos, que él viaja con nosotros, aunque no le veamos. Para buscarlo debemos dejar detrás todo lo que nos retrasa. Debemos viajar ligeros, con poco peso, para poder seguir el paso de la estrella. Debemos fijar nuestros ojos en el horizonte, sin distraerse por las cosas maravillosas que encontramos a nuestro paso. El demonio intenta que perdamos velocidad, que nos quedemos anclados en el barro, que nos desviemos de la dirección correcta, o que nos volvamos por donde vinimos. Si perseveramos hasta el final encontraremos al Niño Dios. Pase lo que pase, la estrella está siempre allí arriba mirándonos.
Llegamos al establo con las manos vacías sin nada que ofrecer. Venimos al mundo desnudos y lo dejamos sin nada a que agarrarnos. La abuela del Papa Francisco decía que la mortaja con que nos enterrarán no tiene bolsillos. ¿Qué podemos ofrecer al Niño Dios? Le podemos entregar nuestra vida. Un bebé saca lo mejor de nosotros.
josephpich@gmail.com
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