Las distorsiones económicas originadas por la debilidad institucional y la ausencia de análisis de impacto regulatorio e
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Para abordar el tema de las distorsiones que causa la debilidad institucional y la ausencia de evaluación de impacto regulatorio, recurriremos a tres narraciones de hechos corrientes en nuestro país. Primer caso. Para el año 2006, cuando no habíamos llegado a tener los controles de hoy en día, hicimos un estudio para una empresa constructora, la cuestión era determinar el horizonte temporal de planeación de un proyecto habitacional, el tiempo promedio necesario, sin considerar contingencias fue de 32 meses. Esto nos da una idea de lo complejo que es desarrollar cualquier actividad en nuestro país. Más tiempo consume el llenar formatos y gestionar permisos ante una multitud de entes reguladores locales, regionales y nacionales, de toda naturaleza que el tiempo de construcción de las soluciones habitacionales. Segundo caso. Los alumnos sacan uno a uno destartalados pupitres, ninguno se parece a otro, un cajón con sus patas de diferente tamaño y curvas, una silla medio destartalada, y una tabla en “L” de superficie irregular y dispareja, es una mirada de la realidad total. Esos jóvenes, casi sin nada, como al igual que su profesor, están allí en el pasillo, pues el salón no posee servicio eléctrico, los baños están clausurados, no pueden tener sino lo mínimo sobre si, pues corren el riesgo de ser despojados, están rodeados de los nuevos dueños del patio, capitostes, quienes controlan vidas y territorios, son despojos humanos que sofocan la casa que vence las sombras. Esa nueva clase gerencial, posee de todo, “Smartphone”, vehículos nuevos, productos que no se consiguen, hasta noches de placer. No hace falta que un Millán-Astray grite “¡Muera la inteligencia! !Viva la muerte¡”. Tercer caso. A la misma hora, sentado frente a Pedro, al más honesto trabajador, le informamos: ha cambiado el turno, ahora trabajaremos de 9:00 am a 4:00 pm, nuestro cliente, nosotros y tu mismo corremos peligro, la calle no es nuestra. Pedro, cavila, duda, se dice a si mismo: hay que negociar, pues él trabaja varios turnos, en otros sitios y también repara equipos domésticos, desde su casa, si le cambian el turno, imposible tendrá una pérdida mayor. Uno piensa en sus adentros qué hacer, hace unos días salir de un jefe de banda delictiva que se tenía en la empresa, con apenas cuatro meses de antigüedad, costó Bs 1.400.000, nos pidió esa bonificación, cómo resolver el dilema, Pedro nos dice: “como que resulta mejor ser hampón”. Cuarta narración. Juan, desde su grupo “WhatsApp”, comparte con sus excompañeros de estudio, son unos 60, solo están aún en el país seis, todos se conocen, quienes tuvieron el peor record en su historia académica, son gente que ahora vive disfrutando de una renta permanente, en sitios privilegiados de países del primer mundo, en promedio su edad oscila entre 35 y 40 años. En tanto que Raúl, profesor universitario, rondando cincuenta, con tres hijos adolescentes, también tiene su grupo “WhatsApp”, de la Universidad de los Andes, donde todos comparten, si hay excedentes, algo adicional para completar una segunda ración del día. Esta semana, me dijo: “ya no hago servicio de taxis en larga distancia, solo trabajo entre La Parroquia y Tabay, los cauchos están lisos”. La mayoría de los profesores que aun sobreviven, también son informales, una suerte de “buhoneros” ilustrados, cuyas actividades, en el lenguaje coloquial de Venezuela se llama “matar tigritos”. Conclusiones. Estas narraciones tienen las verdades amargas de un país distorsionado por la asfixia regulatoria. La desfiguración de la economía venezolana linda con lo insólito, en tres sentidos: • Primero: el dilatado número de normas, decretos, regulaciones es tan asfixiante que hace bien difícil cualquier emprendimiento en nuestro país, de acuerdo a los estudios sobre impacto regulatorio, del Banco Mundial, entre 189 países, Venezuela ocupa el lugar 184 . • Segundo: peor todavía es que el atractivo de las actividades formales, de la formación de los recursos humanos, es tan despreciable, que cualquier actividad, la menos calificada del sector informal, resulta una mejor opción para la gente. • Tercero: a nivel laboral es más seguro para un trabajador obtener mayores recompensas cuando actúa como un delincuente que cuando hace bien sus tareas. No habrá transición, ni ajustes macroeconómicos que puedan resolver los graves problemas económicos, políticos y sociales, sin un plan de reformas económicas e institucionales.
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